MADRE PERLA  además de ser una planta de la familia de las “siempre vivas”, moradoras de tierras áridas, también es un dueto de un encuentro que danza en un paisaje que nos desorienta, nos desafía y nos revela una urgencia, una toma de conciencia. Nos presenta a ellas, o a nosotras. Solas en la inmensidad, ciegas en el propio caminar, aunque sea el mismo. Cada una en su desierto, en el demasiado. En la nada.

Entre las dos, un horizonte que divide. Un muro.

¡Cae la cuerda! Encontramos el pozo. Se tocan las sombras, encuentro de oasis de cuerpos.

Tres desiertos, dos cuerpos, una planta. Siempre viva.